viernes, 9 de noviembre de 2012

El ladrón de palabras


“Tenía una historia. Una historia muy buena. ¿Quieres que te la cuente?
Ahí está él, apenas un crío preguntándose qué le reservaba el futuro. Quería ser escritor. No encontraba las palabras. Y de repente allí estaba ella, por primera vez. En un mundo más grande que aquel en el que había nacido. Ése fue su momento.” – texto transcrito del trailer de EL LADRÓN DE PALABRAS

 

Ayer vi una película que seguramente encantará a todo el mundo, pero en especial a los que amamos la literatura, tanto en su vertiente de lectores como a los que tenemos este hobby de juntar letras. Una obra intimista, con una fuerte carga moral en varios sentidos, soberbiamente interpretada por cinco grandes actores. Bradley Cooper en el papel de Rory Jansen, Dennis Quaid, Jeremy Irons, y las magistrales Zoe Saldana y Olivia Wilde.

Ya el comienzo es literario. Toda la película lo es. Un escritor, Dennis Quaid, lee su libro, “The Words”, ante un auditorio entregado de personas relacionadas con el mundo de la edición en EEUU. Se trata de un evento previo al lanzamiento de su libro. La historia que se cuenta en él es la de Rory Jansen (Bradley Cooper, un actor que cada vez va cogiendo más entidad), un escritor que ha parido el pelotazo de su vida. Después de recoger un importantísimo premio, sale del salón en el que se lo han entregado con su mujer, Dora (Zoe Saldana). En una de las escenas más sugerentes que he visto en los últimos tiempos, se meten en un taxi bajo la lluvia. Desde la puerta del hotel en el que se ha celebrado el evento, un anciano misterioso les observa, con una mezcla de curiosidad y tristeza. Es Jeremy Irons, el gran Jeremy Irons, el alma de la película.

Dennis Quaid sigue leyendo su libro. Nos cuenta los preliminares, la oscura vida de Rory antes de escribir la novela que le daría la fama inmediata, sus ilusiones de convertirse en gran escritor, las dificultades, las horas de insomnio, las horas vacías… Muchos de los que nos hemos metido en este mundillo sabemos lo que está sintiendo. Rechazos de editoriales y agentes, frustración, apatía, falta de inspiración… En el caso de Rory se acentúa porque no se preocupa de  buscarse una actividad alternativa que le proporcione el dinero para seguir tirando. Vive de lo que le presta su padre, hasta que finalmente se decide a trabajar en una editorial, entre otras razones para conseguir contactos.

Durante el viaje de luna de miel a París, Dora le regala en un anticuario una antigua cartera de cuero. Una vez en casa, Rory descubre en su interior un manuscrito, escrito a máquina. Comienza a leerlo… y no puede dejar de hacerlo. Es lo mejor que ha leído en su vida. No sólo toma conciencia de eso, sino también de lo incapaz que es él de escribir una cosa así. Para intentar impregnarse del espíritu de aquellas palabras, para deleitarse con ellas, transcribe el manuscrito al ordenador, sin cambiar ni una sola coma. Dora lee el archivo que ha creado Rory en su ordenador, y se emociona, diciéndole que es lo mejor que ha leído nunca. Y es entonces cuando Rory toma la decisión de su vida. En una entrevista, Zoe Saldana (Dora) dijo esto sobre el personaje de Rory:

“Él en realidad no busca la fama; sólo quiere ser especial. Aunque eso suene triste o cínico, las cosas son así. En lo más profundo, todos queremos ser especiales por algo. Eso fue lo que me atrajo de la historia, la cruda realidad de alguien que quiere hacer algo grande, da igual lo que sea. Porque, ¿hay algo peor que Dios te haya dado entusiasmo y pasión por algo para lo que no tienes talento?”.

He subrayado adrede la última frase, porque esa es la clave, al menos para mí, de toda la película. Una duda moral que ataca al protagonista y que al final le empuja a tomar la decisión de hacerse pasar por el autor del libro. Esa frase, por sí sola, podría generar un importantísimo debate de gran relevancia en el ámbito de la literatura.

La película toma un giro especial cuando asistimos al encuentro en Central Park entre Rory, ya afamado escritor, y el misterioso anciano, Jeremy Irons, que le cuenta la historia de su vida, en un flashback muy bien realizado Francia, justo después de finalizar la Segunda Guerra Mundial. Son imágenes bellas, cargadas de poesía, muy bien ambientadas, llenas del amor que embargó al personaje hacia una mujer francesa. En Francia descubre la literatura de manos de un compañero, y un nuevo Universo se abre ante él. Cuando vuelve a EEUU, descubre que su mundo se le ha quedado pequeño, y vuelve a Francia, reencontrándose con su amor y casándose con ella. Tienen una hija, la hija muere, la mujer se va una temporada al campo, y es entonces cuando aquel joven, en un arrebato de inspiración, de una energía que “ni él mismo sabía de dónde le venía”, escribe su historia en pocos días. La misma historia que encontró Rory en la vieja cartera de cuero.

Y no os cuento más. La película está en cartel, y merece la pena verla. Os hará plantearos muchas preguntas. ¿Somos capaces de hipotecar nuestra vida por la elección de lo que pretendamos hacer en ella? ¿Sacrificaríamos lo que más queremos por llegar a ser algo, por alcanzar la fama? ¿Merece la pena?

Como frase que se me quedó grabada, y supongo que así será para todo aquel que la escuche y al que le guste escribir, me quedo con esta, pronunciada por el anciano Jeremy Irons: “Decidí amar más a las palabras que había escrito, que a la mujer que me las había inspirado”. Así de fuerte, así de triste, así de profundo. Ahí lo dejo. Todo aquel que escriba sabrá encontrar la esencia de tan inspirado, y hasta puede que inquietante pensamiento.

Un fuerte abrazo a todos.