lunes, 8 de marzo de 2010

Los hombres que miraban fijamente a las cabras

Ya el título prometía. No conocía absolutamente de la película, pero reconozco que me sentí atraído ante una ironía hacia los rimbombantes títulos de la trilogía Millenium. También me atrajo el cartel, con esos rostros de perfil, solemnes... y con la cabra al final.

El resultado superó todas las expectativas. Hacía tiempo que no me reía tanto, y lo que es más, que escuchaba reírse con ganas al resto de la sala. “Los hombres que miraban fijamente a las cabras” es una obra maestra de la sátira, del mejor cine de humor inteligente, en la línea de obras como “Bienvenido Mister Chance”, “Mash” o “El guateque”. Los homenajes a otros títulos conocidos, a la contracultura americana y a esa época de paz y flores que criticó abiertamente la guerra de Vietnam, se unen descaradamente a una soterrada crítica a todo el sistema militar americano.



Ewan McGregor es un periodista sin grandes temas. Tiene la ocasión de conocer a una especie de Leonardo Dantés, que asegura haber pertenecido a un grupo militar especial con superpoderes paranormales. Al principio piensa, lógicamente, que el individuo está como una regadera. Cuando le muestra el video de su hamster, que cae fulminado sin apartar la vista de la rueda giratoria de su jaula, Ewan McGregor parece ver la luz. A partir de ese momento, asistimos con la mandíbula dolorida a fuerza de reír a una inteligente parodia de todo y de todos.



Ewan, abandonado por su mujer, que se enamora de un tipo con un brazo de hierro (la escena de la cena que mantienen los tres es gloriosa), se acerca a Iraq, como quien no quiere la cosa, a encontrarse a sí mismo. Pero a quien encuentra, casi de casualidad, es a George Clooney, que interpreta a un mítico guerrero Jedi entrenado para vencer en la batalla a base de ejercer la paz. Todo tiene su explicación. Las a veces surrealistas de Ewan y George en Iraq se combinan con escenas del pasado, en la que se nos explica, rodeada siempre de un aura de misterio, la historia de ese grupo de guerreros Jedi, fundado por un alucinado Jeff Bridges, siempre prefecto. Después de la visión provocada por un tiro en Vietnam que a punto está de matarle (curioso el dato de que la mayor parte de los soldados apuntan alto cuando se les ordena disparar. La película está llena de afirmaciones de ese tipo, de las cuesta creer la veracidad), Jeff se da cuenta de que sólo se consigue la victoria a través de la paz. Junta a un grupo de marines, y después de intensas sesiones de paz, amor, alucinógenos y baile, funda el grupo de los guerreros jedi.



Sorprende encontrarse con George Clooney con el aspecto que presenta cuando se está entrenando con Jeff Bridges. Pelo largo, bigote... Recuerda más el aspecto que tenía en sus primeras películas (aquella infumable secuela de los “tomates asesinos”) que el de hombre martini que ha causado estragos entre las mujeres de medio mundo. Resulta curiosa la poca importancia que tienen las mujeres en esta película. No hay romances, ni protagonistas femeninas. Las dos únicas que aparecen ni siquiera hablan, y resultan letales para los protagonistas. Una de ellas, vietnamita, le pega un tiro a Jeff Bridges, y la otra abandona al bueno de Ewan. Al salir escuché comentarios de unas cuantas mujeres, que afirmaban entre ellas que la película era absurda y que no tenía ni pies ni cabeza. Nada más lejos de la realidad. Comprendo que resulte duro encontrarse a George Clooney deshaciendo nubes con el poder de su vista mientras conduce por una inhóspita carretera de Irán, en lugar de seduciendo a la rubia de turno, pero os aseguro que, si podéis superar la extraña sensación de contemplar una película en la que no haya un solo romance, pasaréis un rato de lo más divertido.



Las aventuras de George y Ewan en Iraq son dignas de pasar al museo mundial de las situaciones fellinianas. Desde la demostración práctica que hace George, a costa del pobre Ewan, de un chisme que parece sacado de la teletienda (el depredador, un arma letal en manos de un experto jedi), hasta el episodio en la celda de los secuestradores, todo destila un cargamento de sorna inteligente. No falta la crítica despiadada a la política norteamericana, a las razones comerciales que dictan en definitiva las estrategias a seguir.



Poco a poco, Ewan se va convenciendo cada vez más de que George tiene auténticos superpoderes. No es que les resuelvan mucho la vida que se diga, pero son superpoderes al fin y al cabo. Después de deambular por las desérticas carreteras, de que casi les revienten de un bombazo, y de encontrarse a punto de morir a causa del calor y la sed, la pareja llega a un campamento, al parecer clandestino, en el que Kevin Space está realizando unos extraños experimentos con cabras y prisioneros iraquíes. Es de destacar el papel de malo que hace Kevin. Incapaz de destacar en la academia de los soldados pacifistas, envidia abiertamente a George Clooney, que tiene poderes de verdad. Cuando reaparece en el campamento, acoge a los dos perdidos con delirios de gran jefe. Les muestra, por poner un ejemplo, un panfleto que al parecer están difundiendo los disidentes iraquíes entre las tropas estadounidenses, en el que se puede leer “soldados americanos, vuestras mujeres están en vuestra casa, fornicando con Bart Simpson y con Burt Reynolds”. “No se han quebrado mucho la cabeza”, reconoce Kevin. Como ayudante suyo aparece el mismísimo Jeff Bridges, el fundador de todo el tinglado, venido a menos después de un grotesco juicio que terminó con su expulsión del ejército.



Las interpretaciones son buenísimas, el guión, acerado y con ritmo, el ambiente, conseguido, el final, simplemente magnífico. Resulta gratificante asistir a la magnífica interpretación que hace George Clooney de un personaje en apariencia alucinado. Sus argumentos y tics de caballero jedi son realmente graciosos. Ewan parece haber encontrado de nuevo a su maestro Liam Neeson en “La amenaza fantasma”. En una ocasión en la que Jeff Bridges se pega un monumental ostión después de su habitual saludo al sol, declara, “he visto a Thimoty Leary”, refiriéndose al activista hippy encarcelado a causa de sus protestas contra la guerra de Vietnam. En otro momento de solemnidad, Ewan le dice a Clooney “el silencio de las cabras”. Los homenajes cinematográficos y las referencias históricas son innumerables.



Una película entretenida, divertida, inteligente crítica. Todo un placer para los sentidos. Excepto para la cabra, claro.

2 comentarios:

Charo Bolivar dijo...

Pues la verdad es que a mi tamibén me atrae el título, y creoq ue George Clooney és mucho más inteligente que un chico martini. Solo hay que verlo en Buenas noches, buena suerte o en otras tantas que deja a un lado su papel de galán.

Tendremos que ir a verla, aunque tengo que confesar que hace meses que no voy al cine, porque la cartelera no me ha llamado la atención para nada. Es triste, pero es así.

Besos

Felipe dijo...

Me pasó lo mismo con el título...

http://enfoque-lateral.blogspot.com/2010/10/la-cabra-se-murio-y-yo-tan-tranquilo.html

si quieres echa un vistazo...