miércoles, 10 de febrero de 2010

Mapa de los sonidos de Tokio

¿Cuándo empezáis a daros cuenta, mientras veis una película, de que está rozando los límites de la pretenciosidad? Yo lo tengo más o menos claro, y la verdad es que en ocasiones, ante determinados títulos, he llegado a pasarlo francamente mal, porque yo, ante una película de esa especie, no puedo contener la risa.



Vamos a ver...Vayamos por partes. Amigos, Sergi López es un actor muy peculiar. No sé si es bueno, o malo, o incluso nefasto. He visto películas suyas que me han encantado (generalmente francesas) y verdaderos bodrios, como el que nos ocupa. Al bueno de Sergi (algo que no puede disimular es esa naturaleza de bonachón que le acompaña) hay que saber dirigirle, hacer que se sienta cómodo, y meterle a golpe de calzador a dirigir una vinacoteca en Japón, de nombre “Vinidiana” (me imagino al artífice de la ocurrencia festejando su capacidad mental cogiendo una cogorza hasta el amanecer) no es una buena idea. Al bueno de Sergi no se le puede obligar a pronunciar palabras malsonantes, como “follar”, por ejemplo (creo que no he visto a nadie jamás pronunciar la palabra de forma tan poco natural).



La verdad es que la película no empieza nada mal. Isabel Coixet nos mete de lleno en su versión de Japón, demostrando que se ha documentado con los más fashion del mundo, y que ella lo puede hacer mejor que la Coppola y su “Lost in traslation” (hay un tufillo de imitación, pero lo paso por alto). Para ello nos presenta una escena que parece sacada de un film de Takeshi Kitano, en la que aparece uno de esos restaurantes de leyenda urbana nipona en el que los comensales comen sushi sobre los cuerpos desnudos de despampanantes mujeres occidentales. A uno de ellos le dan una noticia al parecer terrible, y acto seguido monta en cólera. Mucho más tarde nos enteraremos de que su hija se ha suicidado.



Debido probablemente a lo intrincado de la mentalidad japonesa, el japonés la toma con el bueno de Sergi, que era el novio de la chica, y el secretario, motivado sin duda por lo intrincado de la mentalidad japonesa, decide acabar con el bueno de Sergi contratando a una asesina profesional nipona.



Aquí comienza el surrealismo. Resulta que la asesina profesional trabaja en el MercaMadrid de Tokio (algo que debe de ser muy habitual entre los asesinos a sueldo nipones, probablemente debido a lo intrincado de la mentalidad japonesa) destripando atunes y transportando de un lado a otro grandes trozos de pescado. Ya se sabe que a los japoneses les encanta el pescado, y Coixet no iba a dejar de lado este matiz en su película.



Coixet nos muestra la aburrida rutina de la mujer, mediante extrañas escenas en las que un grupo de estudiantes se besa a golpe de megáfono, o discuten de repente formando grupos que se disuelven. No se sabe muy bien si la idea es de Coixet, o se trata de una extraña costumbre japonesa, debido a lo intrincado... Bueno, a partir de ahora escribiré DIMJ, para abreviar. También la saca muy a menudo comiendo nauseabundas bolas blandurrias, rellenas de no se sabe qué, que deben de ser una delicatessen en Japón, pero que en una pantalla dan cierto asco.



Por una extraña razón que se me escapa (probablemente DIMJ), la asesina queda fascinada ante el carisma de latin lover de Sergi (¡!¿?!!), y se enamora hasta las cachas desde el primer momento. El surrealismo va transformándose en puro “Cirque du Soleil” cuando la pareja se va de la manita al hotel Bastille, un lugar que debería convertirse de inmediato en templo máximo de la horterada manifiesta, y es aquí cuando yo, amigos, empiezo a tener que esforzarme para no reírme. En una habitación que imita de mala manera un vagón de metro, Sergi seduce a su fría amiga (fría, sí, desde el principio hasta el final, probablemente DIMJ, o por estar todo el santo día rodeada de atunes), se monta una escena que en algún lugar he leído “de alta temperatura”, y que se trata en realidad de mostrar lo que ocurre cada día en una consulta de Natur-House, y se dedica a soltarle a la chica frases tan profundas como que su fascinación por Japón le viene desde pequeño, desde que veía las películas de dibujos animados. ¿Cabe acaso mayor dosis de superficialidad y pretenciosidad?



La historia se va enfangando. Las visitas al hotel Bastille se suceden, y mi risa explota cuando el bueno de Sergi se tumba en el suelo (para mí que hasta el propio Sergi se estaba literalmente descojonando en aquel momento), y le dice a la chica que se siente en su cara. No sé si la Coixet pretendía mostrarnos su particular homenaje a títulos como “El último tango”, “Emmanuelle” o similares, pero os aseguro que he visto más romanticismo en películas de Rocco Sifredi. Las lorcillas de Sergi y el lechoso aspecto de la japonesa son incompatibles con la lujuria. No pude aguantarlo, lo siento. Supongo que me gané el odio inmediato de una espectadora de unos cincuenta años, que me miró con manifiesto odio desde la fila de delante, pero es que ya no podía más.



La historia sigue, y al final, la chica muere en brazos de Sergi a manos del secretario del padre de la chica suicidada. En algunos momentos suena “La vie en rose” cantada en japonés, otro contrapunto kisch al universo de Pumuki que nos está mostrando Coixet.



Conclusión: todos los japoneses que aparecen en la película están desquiciados. Las dos japonesas que tienen contacto con Sergi mueren, y todos acaban mal menos Sergi, que vuelve a su querida Barcelona y rehace su vida. Coixet se ha gastado probablemente un montón de pasta para enseñarnos una visión de Japón hortera, fría, vacía y falta de sentimientos. No he sido capaz de vislumbrar en ningún momento el aura de película de culto que algunos han empezado a construir alrededor de esta película. No sé que mensaje entre machista, ejemplarizante o estético pretende clavarnos esta directora, como no sea el de supremacía de la raza mediterránea, con sus pelos por todo el cuerpo, frente a la desquiciada mentalidad nipona. No lo sé, francamente, aunque ello pueda ser debido, probablemente, a mi limitación de miras.



Como comedia de costumbres, francamente buena. En la línea de los mejores títulos de Cassen. Creo que la siguiente historia de la Coixet va a tratar de los amores imposibles entre una turista malaya y un vendedor de paraguas andaluz en Papúa-Nueva Guinea.

1 comentario:

Blanca Miosi dijo...

Ja, ja, ja, Félix, sí que me he reído con ganas durante toda la lectura de la sinopsis de "Mapa de los sonidos de Tokio". Es que hasta el título es pretencioso.

Pienso que en esta película, (por lo que dices, yo no la he visto) se ha llevado el estereotipo japonés a su máxima expresión. El resultado es casi una parodia. Pero como gustos hay para todos, no dudo que la expectadora cincuentona estuviera ensimismada aprendiendo a comer bolas de arroz o algún dulce japonés que se parece a lo que describes. Hay muchas que van al cine para aprender gastronomía. Aunque en ese hotel lo que pretendía comer Sergi era otra cosa, vamos.

Tu recomendación de los amores imposibles entre una turista malaya y un vendedor de paraguas andaluz en Papúa-Nueva Guinea, tal vez sea tomada en cuenta. En ese caso, procura cobrar por derechos de autor, al menos por el título, ja, ja,

Besos!
Blanca