viernes, 19 de febrero de 2010

Shutter island

Con algunos directores de cine nos sucede lo mismo que con nuestros platos favoritos. Podemos experimentar los diferentes matices con que lo preparan en uno u otro restaurante, pero sabemos de antemano que nunca nos va a defraudar. Martín Escorsese es uno de esos directores. Con “Shutter Island” se ha ganado a pulso un puesto de honor en uno de los géneros de cine más complicados que existen, el del thriller psicológico. Demuestra otra vez que es un auténtico maestro, que domina a la perfección el tempo, la tensión, y todos y cada uno de los elementos destinados a crear en el espectador una especie de angustia que va in crescendo a medida que avanza la película.



Todos sentimos un desasosiego especial ante este tipo de películas. Creo que se debe a que cuando se nos muestra en pantalla un centro de enfermos mentales, tomamos conciencia de la fragilidad de la mente humana. El cerebro, capaz de las mayores proezas, puede convertirse en nuestro peor enemigo cuando se rebela contra nosotros, y ninguno está libre de que el día menos pensado “se le crucen los cables”, como se dice coloquialmente. Escorsese nos muestra personajes atormentados, cuyo peor enemigo es precisamente su cerebro deteriorado, capaz de crear las peores pesadillas. Madres que ahogan a sus propios hijos, enfermos que salen de su encierro y apuñalan a tres personas en una taberna... Escorsese no escatima recursos a la hora de mostrarnos lo más intrincado de la mente humana, su lado más oscuro, ese lado que inspiró a los nazis a cometer las atrocidades que contempla el detective Teddy Daniels (Leonardo Di Caprio) cuando llega al campo de concentración de Dachau como soldado americano.



Desde el mismo comienzo se masca la inquietud. La magistral iluminación que preside la llegada del agente judicial Daniels y su compañero Chuck Auel (Mark Ruffalo) a la isla, nos previene de que vamos a asistir a un espectáculo lleno de tensión. A medida que avanza la trama, la tensión aumenta en forma proporcional. La entereza inicial de los dos agentes se va desmoronando minuto a minuto, mientras pasan de ser los que parecen dominar la situación, a dos cautivos más del maléfico doctor John Cawley, magistralmente interpretado por el siempre correcto (y en esta ocasión, enigmático) Ben Kingsley. La razón que lleva a Di Caprio y Ruffalo a visitar la isla, que no es otra que la misteriosa desaparición de una peligrosa paciente, recluida en la clínica tras asesinar con frialdad a sus tres hijos en un lago, pasa a segundo plano cuando los agentes empiezan a sospechar que en la isla suceden cosas de mayor trascendencia y calado, relacionadas con los experimentos sobre el cerebro que al parecer está realizando Kingsley con cobayas humanas.



La historia que nos cuenta Escorsese, basada en la novela de Dennis Lehane (que escribió también la magistral “Mystic river”) es sugerente, siniestra, y llena de tensión, y sólo es superada por los elementos, por los aderezos, por así decirlo, que la acompañan. Es en esos aderezos en los que se percibe la mano profesional de un maestro de maestros. La ambientación conseguida para recrear la atmósfera de una institución mental de los años cincuenta es perfecta. A estas alturas, y dada la trayectoria del actor, no creo que nadie sea capaz de imaginarse a Di Caprio vestido con ropa de nuestra época. Salvo “Infiltrados”, el resto de películas de Escorsese en las que aparece (El aviador, gangs of New York y la que motiva esta crítica) se desarrollan en una época pasada. Gran parte de la película transcurre en medio de una tormenta, con su carga de lluvia, viento y ramas de árbol que golpean en ocasiones como latigazos a los dos protagonistas. Ignoro el lugar en el que se han rodado las escenas de exteriores, pero creo que me costará olvidar, como me ocurre con otros edificios terroríficos (el Dakota de “La semilla del diablo”, la casa de Norman Bates en “Psicosis”, y tantos otros), la siniestra silueta del pabellón C, su lóbrego y húmedo interior, que encierra a los locos asesinos más peligrosos, y ese faro oscuro y terrible en cuyo interior se desarrollan al parecer los siniestros experimentos del doctor Cawley. Si los edificios resultan inquietantes, no lo son menos los acantilados que reinan, escarpados y negros, en la parte norte de la isla. Unos acantilados que parecen cobrar vida cuando Di Caprio los recorre.



No se puede decir que la película sea de terror, y sin embargo, provoca terror. A Escorsese no le hace falta utilizar los recursos que explotan hasta la saciedad otras películas del género, como sustos repentinos o sangre a raudales. No. Le basta con emplear una soberbia banda sonora, que sin duda dará que hablar (en este sentido, cabe destacar la inclusión del cuarteto para piano en La menor de Mahler en uno de los momentos más trascendentales de la historia), y una serie de escenas, a cual más estremecedora. Cabe destacar, por ejemplo, el encuentro con el dirigente nazi del campo del concentración, todo el recorrido por el interior del pabellón C, las terroríficas pesadillas de Di Caprio, y algunos momentos que recuerdan las escenas más famosas de “El resplandor”, del maestro Kubrick.



Son innumerables, por cierto, los homenajes que rinde Escorsese a películas del género. Desde la ducha que utiliza Di Caprio, muy parecida a la de “Psicosis”, hasta los ladrillos rojos del pasillo del pabellón C en el que se encierra a los asesinos más peligrosos, cuya imagen nos trae a la cabeza “El silencio de los corderos”, de Demme. Resulta inevitable no pensar en este título en más ocasiones. La tensión inicial de los guardas que custodian la isla, por ejemplo, o la aparición del actor que encarnaba al inolvidable asesino en serie James Gumb (Ted Levine), que mantiene una profunda conversación con Di Caprio sobre la violencia.



Ni puedo ni sabría contaros más sobre la película. Me resulta imposible transmitiros la sensación de agobio que ha conseguido inculcar Escorsese con esta última entrega de su magnífico arte. En algunos momentos, éramos los espectadores los que parecíamos estar recluidos en la siniestra clínica Ascliffe. Sólo puedo recomendaros encarecidamente que vayáis a verla.

4 comentarios:

Blanca Miosi dijo...

Ya la tengo anotada. La voy conseguir y la veré, has despertado mi curiosidad.

Besos!

Unknown dijo...

Acepto tu sugerencia, aunque tendré que esperar a que salga en DVD, entre otras cosas porque no consigo que nadie de los míos me acompañe al cine. También podría bajarla de internet, pero no me gusta ver películas en baja calidad.
El comentario es estupendo; siempre me sorprendes con la profesionalidad en que lo haces (ya te he comentado en varias ocasiones que deberías dedicarte a esto)
Saludos

felixon dijo...

Gracias, Blanca. Seguro que te encantará. Tiene ese toque entre policíaco, terrorífico y un punto psicológico complicado que te suele gustar.

Gracias, María Jesús. Es una película digna de ver a gran pantalla, por la fotografía tan alucinante que tiene. También en dvd, pero nunca bajada de internet, porque perdería mucho. El otro día estuve riéndome con ganas viendo los videos de tu hijo. Dale un fuerte abrazo de mi parte. Es genial.

Un beso muy grande para las dos
Félix

Blanca Miosi dijo...

Ya la vi, Félix, y me gustó mucho. Un papel diferente al que nos tiene acostumbrados Leonardo Di Caprio, la fotografía genial, el tema: increíble, el final es tan incierto que uno no sabe si en realidad sucedió lo que sucedió.

Besos,
Blanca