sábado, 15 de marzo de 2008

Michael Clayton


Michael Clayton (George Clooney) es el típico bombero de un afamado bufete de Nueva York. Su trabajo consiste en hacer de chacha de los clientes importantes y en solucionar los asuntos más oscuros. No es abogado, pero sabe de leyes, y con eso le basta. Su amigo, Arthur, interpretado por Tom Wilkinson (Full Monty), pierde la cabeza al descubrir que una gran compañía a la que defiende el bufete para el que trabaja está provocando cáncer con sus productos para agricultura.


Después de un inicio prácticamente inentendible, la acción se desboca para mostrarnos los tejemanejes de una enigmática adjunta a la presidencia de la compañía, Karen Crowder (magistralmente interpretada por una inquietante Tilda Swinton, enigmática actriz, a mi juicio, que después de interpretar a la bruja mala de Narnia parece estar especializándose en papeles de femme fatale), que no duda en recurrir a las bajezas más rastreras para conseguir sus objetivos, a priori tan miserables como el hecho de conseguir la palmadita en la espalda y el hipotético respeto de su jefe, un sujeto engordado y títere que al parecer no se está enterando de nada.


Tan soberbia es la interpretación de Clooney como la del resto de los protagonistas de la película. Quiero destacar en este sentido la interpretación de Sidney Pollack, en el papel de Marty Bach, el jefe de George Clooney, con esa ambiguedad que muestra ante la salida del tiesto de Arthur, el amigo de Clooney, un veterano de la compañía. Marty le aprecia como el antiguo empleado que es, pero también reconoce que se debe a la compañía contaminadora, que es la que realmente le paga. En este sentido, Clooney se define más concretamente, tomando partido cuando tiene que tomarlo ante la situación límite de apoyar a Arthur o defender los intereses de la compañía.


Si tuviera que destacar dos escenas, totalmente complementarias, destacaría los dos encuentros, a cara de perro, entre Michael Clayton y Karen Crowder. Una alternancia de poder que hiela la sangre.


Sin duda una más que recomendable película. Me recordó a Erin Brokowich, la historia real de una abogada interpretada por Julia Roberts. El subgénero de las grandes compañías aparentemente invulnerables todavía da mucho juego en el cine. Lástima que en la vida real no se produzcan de vez en cuando estas peleas entre David y Goliath.

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